Un yogi permanece devoto de su práctica. Dejando que el flujo del prana se transforme en disciplina.
No busca nada fuera de si, porque sabe que el camino es hacia dentro. Utiliza el cuerpo al servicio de su espíritu y de su alma.

Un yogi es dicipulo y es maestro.
El maestro enseña que el camino del yoga es la vida entera, pero no se extenúa ante su práctica. El maestro es amor dulce y compasivo, pero a la vez fuerza que alienta y no te deja caer. El dicipulo es sed de conocer y ansiedad de control, pero pone vigor y esmero a su práctica. Se hace fuerte y te supera, se vuelve calmo y paciente.

El camino nos muestra un río traslúcido de que refleja el alma de todos, cada uno a su tiempo.